El diccionario define la palabra líder como persona que dirige o conduce un partido político, un grupo social u otra colectividad. Cuando de una corporación se trata, la mayoría solemos asociarla con los directivos y aquellos con los rangos más altos, como Presidente o CEO. Sin embargo, la capacidad de guiar a un equipo hacia sus objetivos tiene mucho más que ver con actitudes y valores que con una posición determinada en el organigrama. ¿A qué me refiero?

Actualmente encabezo una startup que se enfoca en el sector de tecnología financiera y ayuda a que los colaboradores de otras empresas obtengan liquidez inmediata al costo más bajo. En una época tan complicada para el mundo como la era post-COVID-19, me gusta creer que la labor de LenMi, mi compañía, es determinante y nos satisface saber que hemos sacado del apuro a muchos. Esta titánica misión solo ha sido posible gracias a que cuento con un equipo socialmente responsable que además, ama lo que hace y todos los días se esfuerza por desempeñarse mejor. ¿Tengo algo que ver en eso? Me gusta pensar que sí.

Mi estilo de liderazgo se basa en una premisa: todos aquellos que contribuyen a mi proyecto son seres de carne y hueso y no números en la nómina. Conozco sus nombres y los de sus familiares más cercanos. Estoy al tanto de su situación sentimental, me intereso por sus mascotas, hobbies y aficiones pero sobre todo, intento reconocer sus logros cada día. Quiero que ellos sepan que juegan un papel único en la maquinaria que mantiene a flote el barco en el que navegamos juntos. Busco transmitirles seguridad para que sepan que unidos formamos un círculo de protección. Nos cuidamos las espaldas unos a otros porque solo así podremos llegar a buen puerto.

Desde hace mucho tengo claro que una sociedad exitosa se preocupa principalmente por las amenazas externas pues sus miembros saben que al interior del núcleo no hay nada que temer. Si el enemigo está en casa, las fuerzas se diluyen tratando de neutralizarlo y cuando llega el momento de enfrentar los desafíos de afuera, estamos tan debilitados que no podemos combatirlos. En el sector en el que me muevo, para un equipo sano los antagonistas son la oscilación de la economía o la vida política, los avances tecnológicos y la competencia. Así que desarrollarnos profesionalmente en un ambiente cómodo y estable, lleno de certezas y en el que no nos sentimos intimidados, abre las puertas a la expansión de nuestro potencial.

Las 5 “C” del liderazgo

En mi vida personal así como en la profesional, me gusta seguir métodos basados en preceptos simples pero complejos a la vez. La experiencia me ha permitido desarrollar modelos que me ayudan a resolver los contratiempos naturales de la vida y a alcanzar planos en los cuales puedo dimensionar las situaciones y aplicar fórmulas que me ayudan a cumplir mis metas. En el tema del liderazgo, lo que me ha dado mejores resultados es apegarme a las que llamo las 5 “C”. Estas son:

Compromiso

Viéndolo en tiempo absoluto, dedicaremos más o menos 10 años completos de nuestra vida a trabajar. O sea, una buena parte de las horas que pasaremos en este planeta estaremos lidiando con asuntos laborales. Como es una cantidad considerable, la mejor técnica para vivirlos al máximo es involucrarnos al 100%. Habita tu trabajo. Disfrútalo, padécelo, analízalo y hazlo lo mejor posible. La pasión se contagia.

Confianza

Los cambios culturales han hecho del Homo Sapiens una especie gregaria, o sea que nos gusta vivir en sociedad. ¿Cuál es la primera regla de una comunidad funcional? Que sus miembros pueden recargarse en los prójimos. Es decir, saben que cuentan los unos con los otros. Me gusta ver de frente y encontrar mi reflejo en los demás, e intento que los que trabajan conmigo experimenten lo mismo.

Colaboración

La célula es la unidad fundamental y con unos cuantos elementos básicos puede llevar a cabo sus funciones. Los equipos de trabajo son eso, grupos en los que cada integrante desempeña una labor que da forma al resultado final. El orquestador es el encargado de supervisar la acción para asegurar que tenga la fluidez necesaria. Conviértete en uno.

Constancia

Si vas al gimnasio 5 horas al día del 1 al 31 de enero pero no vuelves a pararte por ahí, al final del año tu cuerpo no estará más musculoso. Los dientes se te caerán si no usas hilo, cepillo y pasta con regularidad. Lo mismo sucede con el liderazgo. Bien dice el refrán que santo que no es visto no es adorado así que te toca sentar con el ejemplo las bases de tu filosofía. Construye hábitos para ti y los tuyos.

Calidad

Hacer por hacer es un buen título para una canción pero una mala práctica. Si tu labor no se centra en la producción masiva de materias primas lo sabes: calidad > cantidad. No tienes que ser el primero en llegar y el último en irte para demostrar que tu tarea tiene un sentido. Mejor consagra el tiempo que dedicas al trabajo a producir resultados positivos para tu organización.

Autoridad versus Liderazgo

El encabezado es escandaloso pero la realidad no debería serlo tanto. Sí, es un hecho que las personas con poder dentro de una institución pueden marcar qué hacer y qué no, empero, eso no significa que la comunidad reconozca y siga su dirección. Ese es un papel que se gana. He conocido oficinas en las que el mensajero es más líder que el dueño ya que no siempre el que “manda” es el más respetado.

Si puedes combinar ambas, qué mejor. Estar en un puesto de mando te facilita ser el elemento que equilibra al conjunto. Ahora ya lo sabes, el liderazgo es una cualidad que se construye. Puedes o no nacer con ella, lo importante es que la alimentes y hagas crecer.